El Tren Maya y las violencias del desarrollo: escenarios de vulnerabilidad y horizontes de resistencia

Cuarta Transformación o 4T: de tal forma se autonombra el actual gobierno de México, con el objetivo de diferenciarse de las administraciones conservadoras que lo antecedieron. La narrativa oficial asegura haberse alejado definitivamente del modelo neoliberal; sin embargo, los proyectos y programas federales se caracterizan por un evidente sesgo desarrollista. La evidente falacia del «progreso» como política pública se hace evidente al observar el resultado de treinta años de políticas neoliberales en México, centradas en la intervención de territorios y culturas, en grandes obras infraestructurales y en la urbanización desbocada, que no pudieron más que reproducir y agigantar la desigualdad que ahora sería el blanco de acciones marcadas por el mismo paradigma. 

La intervención estatal modernizadora planteada por la 4T se concreta en el impulso a cinco megaproyectos infraestructurales, definidos «proyectos prioritarios», entre los cuales destaca el Tren Maya en la península de Yucatán, Tabasco y Chiapas. Dichos proyectos son acompañados por programas de atención focalizada a la pobreza y a sectores sociales específicos, entre los que sobresale, por su relación con los proyectos ferroviarios, el programa Sembrando Vida, que impulsa plantaciones comerciales en las zonas rurales de México.

Indudablemente anacrónica, aunque aún articuladora de las actuales políticas públicas, la ideología del desarrollo implica una peculiar manera de ver y construir la realidad como un espacio que necesita intervención. Tal intervención se ejerce en territorios, culturas y sociedades, como lo afirmó en entrevista un funcionario encargado del megaproyecto Tren Maya: «no es un proyecto de Tren, es un medio de re-ordenamiento del territorio en los cinco estados involucrados». Más allá de ser un servicio de transporte férreo y corredor turístico, el proyecto contempla «reordenar» el territorio que atravesará e integrarlo a partir del impulso a la industria energética, la agroindustria y el desarrollo tecnológico, especialmente en función de la industria turística. «Ordenar» el territorio, enseña Foucault, corresponde a «ordenar» la población: intervenir, de acuerdo con lógicas e ideologías predeterminadas, las formas de organización social y cultural históricamente instituidas y que permanecen a contrapelo del modelo civilizatorio dominante.

Por su parte, el planteamiento del «desarrollo territorial» implica la ruptura de las relaciones entre el territorio y quienes lo habitan, como explica Porto-Gonçalvez: des-arrollar implica abrir, romper, extender lo que está arrollado, envuelto. Development, sviluppo, desenvolvimiento: en diferentes idiomas el significado es lo mismo, quitar algo de lo que lo envuelve, que lo enrolla, que lo contiene e involucra. Lo anterior hace evidente el vínculo entre el desarrollo y el paradigma de la colonialidad, basado en la institucionalización del racismo y la desigualdad como premisa para la intervención y la explotación.

Esto conlleva una primordial forma de violencia, que parte de la descalificación de saberes y culturas arraigadas, y puede llegar hasta el etnocidio. En tal sentido resulta oportuno «pensar el desarrollo como violencia» y desde este punto de vista inicia la argumentación de este texto y el análisis del discurso y la práctica institucional vinculada al megaproyecto Tren Maya. El «desarrollo como violencia» produce condiciones de desigualdad socioespacial, vinculadas a las dinámicas capitalistas de apropiación del espacio. En un trabajo pionero sobre las consecuencias de la «modernización forzada» en el estado de Tabasco, Tudela caracteriza las políticas del Estado como desarrollo «deteriorante», ya que la transformación en los usos de suelo, en la cobertura forestal, en los flujos hídricos y en las relaciones productivas de la población registraron un evidente deterioro y la desigualdad incrementó sustancialmente.

La afectación desarrollista al entramado de relaciones entre los sujetos y los territorios, su pasado y su futuro, da pie a manifestaciones de violencia directa, estructural y cultural, que caracterizo aquí como «violencias del desarrollo». A partir de datos y testimonios recogidos durante casi cuatro años de trabajo etnográfico en la región maya, propongo ejemplos concretos de las «violencias del desarrollo» que existen ex ante el megaproyecto y representan escenarios que éste podría o ya está incrementando.

El método de análisis, por lo tanto, se centra en el diagnóstico de la situación actual en el territorio de estudio, enfocándose principalmente a la situación de desigualdad y la segregación social, producto de la desatención a los derechos fundamentales de la población (educación, salud, vivienda, etc.); las formas de aprovechamiento territorial y las actividades productivas en la zona; el despojo de tierra y de cultura por la industria inmobiliaria y turística; la inseguridad y la violencia determinada por la economía criminal; los procesos de organización y estructuras sociales y culturales vigentes, entre otras variables. 

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Publicado en el volumen "Parámetros de la crisis societal en el Gran Caribe", coordinado por Nayar López Castellanos, UNAM, 2023. 

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